Ejercicio de relato literario llevado a cabo en primavera de 2022.
10 de agosto de 1919
Barcelona
Cuando hoy abras los ojos, yo ya no estaré allí pero no olvides que no existe un océano lo suficientemente grande como para separar dos voluntades que, como la tuya y la mía, se han unido para prevalecer a pesar de que parece que esta larga travesía a ninguna parte no nos reunirá hasta dentro de demasiado tiempo. Puede que ni siquiera sea yo el mismo cuando ese bendito momento suceda. La mar hace perder la memoria de los hombres con demasiada facilidad.
Por eso es que yo te escribo y te escribiré hasta el mismo día en el que las gaviotas nos reciban en el puerto de Barcelona de vuelta de la bella Cuba. Me recreo en mis noches entre la humedad de este camarote, de solo pensar que podré regresar y empezar una vida más próspera junto a ti, junto a nuestra hija.
Aprovecharé las hojas de papel al máximo y hasta sus márgenes estarán cubiertos de palabras cuando este periplo hacia La Habana termine. Prometo que te enviaré una carta en cada puerto en el que atraque aunque parece que ya, desde el mismo inicio, el infortunio desea acompañarme.
Me han cambiado a la mitad de la tripulación en el último momento y ni más ni menos que por un puñado de filibusteros, unos novatos que deben guiar a mil doscientos pasajeros al otro lado del Atlántico. Ni siquiera me ha tranquilizado que el largue de amarras y las maniobras se hayan desarrollado con total corrección. Existe un halo de tremenda incertidumbre que me pesa. No debería haber aceptado esta carga, no ahora que mi tesoro está a punto de aterrizar en este mundo, un lugar en el que se verá huérfana de padre durante demasiado tiempo. Aún así, tengo grandes esperanzas de que este inmenso sacrificio sea recompensado con pingües beneficios.
16 de agosto de 1919
Puerto de Las Palmas
Apenas han transcurrido unas pocas jornadas en este crucero de tercera clase y los malos augurios se suceden ante la tripulación. Una pequeña viajera se ha negado en firme a subir al navío en el puerto de Las Palmas. ¿Qué clase de suspicacia podría instigar tal situación? Como si después de todos estos días de navegación se hubiera desprendido el alma de mis hombres, estos se encuentran exhaustos, presos de las húmedas noches y de los extenuantes días en altamar. He bajado en algunas ocasiones desde mi camarote hasta el barracón. Apesta. Apesta más de lo que habitualmente lo hace. Tampoco resultan mucho mejores los camarotes de los pasajeros, por cuyos pasillos corretean las alimañas sin ningún pudor. Si no fuera porque esta es mi oportunidad de conseguirnos una posición digna para el futuro de nuestra querida Julia, me quedaría en tierra firme al igual que esa pequeña a la que su madre ha arrastrado hacia el interior del barco contra su voluntad.
21 de agosto de 1919
Puerto de Santa Cruz de la Palma
Si esto no es el destino queriendo evitar que cometamos un grave error, entonces no alcanzo a comprender de qué puede tratarse. El mal agüero persigue a este barco desde antes de su botadura, cuando se cometió el error de sustituir la “v” de la virgen de Valvanera, a quién se debía consagrar, por la letra “b”, dejando al vapor desprovisto de su protección sacra.
Nunca me he considerado particularmente supersticioso, tú bien lo sabes, pero que me aspen si el suceso de hoy no resultó singular. Al poco de realizar la maniobra de atraque, ordenada en este caso por mi segundo de a bordo, un brusco movimiento me forzó a salir del catre en el que me encontraba descansando la vista así como a acudir con la mayor celeridad hasta a la cubierta de proa. Cual fue mi sorpresa cuando se me informó de que una de las anclas de babor se había quedado atrapada en un lodazal. Lo extraño de este asunto era que no aparecía ninguna marca en las cartas náuticas.
Mientras trataba infructuosamente de encontrar una explicación racional para lo que acababa de suceder me fijé en que esa niña que se había negado a embarcar días atrás, se hallaba a pocos metros de mi, de pie, mirándome sin pestañear con sus oscuros ojos color miel y un rostro indescriptible de terror, con la muerte dibujada en su rostro. Senti como un estremecimiento recorría todo mi cuerpo.
Te juro, querida, que esto empieza a tomar un cariz macabro. He determinado que nos quedemos una noche más en La Palma. Para mis hombres será un alivio. Para los pasajeros, un modo de descansar de tantas argucias mágicas. Para mi, una manera de olvidar la mirada de esa niña de la que ahora ya conozco el nombre: Ana Pérez Zumalave. Había algo indescriptible en su mirada que necesito que desaparezca de mi memoria antes de reanudar la travesía. Te enviaré mañana mismo estas palabras para que tu fuerza me insufle espíritu y me libre de estos oscuros pensamientos. Espero que de no perder la vida en este primer viaje, a la vuelta tenga el placer de que mi hija me tire de la americana.
5 de septiembre de 1919
Puerto de Santiago de Cuba
La tranquilidad de estas jornadas pasadas me ha llevado a bajar la guardia. Justo lo que no debería hacer un capitán. A lo largo de estas semanas no nos rozó ni una sola tormenta, ni una situación tensa entre la tripulación o entre los pasajeros. Creía que por fin se había olvidado la superstición iniciada con la pataleta de la niña de los ojos marrón miel y prolongada gracias a la torpeza de mi segundo de a bordo.
Pero antes de narrar el suceso que he vivido hace apenas un par de horas, he de disculparme, querida mía, porque no he escrito absolutamente nada durante estas semanas pasadas y no recibirás carta alguna desde la anterior escala en San Juan de Puerto Rico. Espero que entiendas que justamente porque mis ánimos se hallaban calmados, no te escribí en todo este tiempo. Recuerda que siempre he sido de la opinión de que la inspiración para compartir los pensamientos a través de la escritura se alimenta con los infortunios, no con la quietud.
Por desgracia, la realidad se ha impuesto y esa niña, esa Ana, que gimoteaba tan solo unas semanas atrás porque no deseaba subir al vapor, hoy se ha llevado a setecientos treinta y seis pasajeros y a toda su familia consigo. Así como lo lees. Los presagios de esa niña no solo la han aterrorizado a ella, sino a gran parte de la tripulación que ha preferido continuar su camino hacia La Habana a pie a pesar de que habían pagado el pasaje completo. Ni mi tripulación ni yo damos crédito. Continuamos, aún así, el crucero con el resto del pasaje. Por fortuna, nos hallamos ya muy cerca de nuestro destino.
11 de septiembre de 1919
Inmediaciones del puerto de La Habana, Cuba
A duras penas he podido ocultar el papel para seguir escribiendo. La historia de este maldito barco debe terminar y lo hará de un modo u otro. Sobrellevamos la tormenta. Incluso hemos sobrevivido a una vía de agua, achicando por turnos entre los supervivientes. Ya entonces habíamos perdido a cuarenta y ocho pasajeros y tres oficiales, pero aún creíamos -ingenuos- que había esperanza.
En estos momentos te escribo, creo yo, por última vez. Oh, Dios, no podré ver los ojos de mi querida hija. La mirada de esa niña aparece intermitentemente. Si, el barco se va a hundir, tal como predijo. Pero no, no será ese nuestro destino. No será la muerte sino la ley de la soga y el cuchillo. Hay algo peor que la muerte. Vivir para añorarte, a ti y a mi amada Julia, mientras soy un animal a ojos de unos salvajes.
¡Cariño mío! Están a tan solo unos pocos metros. Van a caer sobre nosotros. Sobre nosotros, los pobres. La pobreza y la desventura son sinónimos indivisibles. Ya no te volveré a ver. ¿A dónde me llevarán? He oído historias de esclavitud. Las he escuchado y nunca las he creído. Se escuchan gritos, gemidos, aullidos de dolor fuera del camarote. Ya vienen. Los negreros ya vienen. Esos ojos de terror. Esa niña. Ana. Ahora lo entiendo. Ahora comprendo que no se refería a que el barco se hundiría, se refería a que se hundiría algo dentro de nosotros. Se hundirían nuestras esperanzas. Paupérrimos sueños cándidos los nuestros. Y pensar que apenas los hemos rozado y fondeado en ellos. Los sueños de unos infelices. Las vanas esperanzas del desamparado en ricas tierras. Pero ahora ya vienen.
20 de septiembre de 1919
Periódico Diario de la marina. Edición de la mañana
Buzos empleados por el Cónsul de Cuba en Key West distinguen claramente el rótulo Valbanera en un casco a 40 pies de agua frente al faro de los Bajos de Rebecca Shoal.
Ayer, 19 de septiembre de 1919, un cazasubmarinos de la Armada americana, el US SC203, ha avistado algo que sobresalía del agua, y que ha terminado detectándose como el vapor Valbanera que desapareció el día 9 de septiembre de 1919 en altamar. El misterio rodea a este barco que, a pesar de estar desaparecido durante tres días, volvió a dar señales de vida brevemente el 12 de septiembre a las 11:15 p.M a través de la estación Key West. El aviso telegráfico preguntaba acerca de algún mensaje para el Valbanera. Posteriormente se cortó la comunicación. Esa misma noche, el capitán de un cazasubmarinos declaró que había visto el naufragio el propio 12 de septiembre a las 11 p.M, es decir, quince minutos antes de la comunicación del Valbanera a la estación Key West.
Hoy, finalmente, un buzo ha podido descender hasta el pecio del barco y ha constatado que se trataba del Valbanera.
Misteriosamente no se ha hallado ningún cuerpo, ni señal de vida entre los restos, situados a tan solo doce metros de profundidad. Mientras las autoridades tratan de recopilar toda la información posible, las únicas pistas que pueden esclarecer la naturaleza del fatal siniestro son unas misivas que se han hallado dentro de una botella ocultas en uno de los botes salvavidas, que aún está en el barco al igual que el resto de lanchas, que no llegaron a utilizarse en ningún momento. Lo único que podemos constatar hasta el momento es que podrían haber sido escritas por el capitán del Valbanera, Don Ramón Martín Cordero. Ahora solo nos queda aguardar a que se desvele más información acerca de este extraño suceso que ha ocurrido tan solo cinco años después del terrible naufragio del Titanic. Justamente hoy se ha bautizado a este barco en el que navegaba mil dos cientas almas,“el Titanic de los pobres” debido a que este vapor transportaba a pasajeros provenientes de varios puntos de España que emigraban a Cuba en busca de un futuro mejor.
Imagen creada con Midjourney