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Solo quería aprender a vivir

de espaldas a tus puñales.

De esos que no cortan

pero con los que siempre sangro.

Como una presa en mitad de la tormenta.

Y me pregunto: ¿tú lo sabrás?

Yo, de rodillas, a boca abierta,

rezándote plegarias mudas.

Languideciendo de aguardar una muerte que

temo

-me temo-

no llega.